Tengo un encerado de trizas
donde anoto los repasos de la vida.
Con mi borrador de añicos lo suavizo.
Caen los polvos de la tiza que se sabe ya ceniza.
Blanquecinas trizas. Diminutas compañías incisivas
en espera de una brisa que las lleve a los cuarteles de
desechos,
aunque no me recompongan suaves superficies amplias en el
trazo de la vida.
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