El domingo tiene pinta
de galán de la semana
recostado en el diván del calendario,
pensativo, con la pose de atraer siempre a los mismos,
a cualquiera en desvarío
que amenace con las ganas de amarrarse en el vacío.
Le dirán que es pasajero,
que la pinta de sentirse interesante es más que tuna,
más que nada una canción
silbada por encima de los dorsos
de otros días,
infestados del quehacer que no se planta
a la sombra del domingo pesaroso y engreído,
recostado en sus maneras
somnolientas
descaradas
y tramposas:
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