Hoy tendré que apenar por mis impulsos
y callar,
después de soltar palabras
que juraban lealtad a los intentos
por decir algo cabal.
Hoy tendré que denegar presencias
en el aire.
Tanto prescribir lo dicho de uno mismo
y su torpe despertar,
y su idiota nimiedad…
Mas puedo seguir hablando, escribiendo
y dejar la conclusión para más tarde,
para un tiempo ya exigente
que me lleve a desazones —como esta—
no más que por oír y verme
en el nuevo trance de seguir.
Hoy tendré que concluir
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