El viento es aliado del meneo,
no hay nada más que ver
todas esas hojas saltarinas,
en un vaivén tan caprichoso
como amargo el desenlace
que ya ven por las cunetas,
o en las cavas,
o en los charcos
cuando venga por detrás el salpicar
de las lloviznas o el crujir
del aguacero.
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