Golpéate otra vez con el aire absoluto
de la noche mientras duermes inocente,
mientras sientes solo aquel vacío de inconsciencia
y aparece el golpe duro del deber de incorporarte.
Aparece el sopapazo en la mente y en el ser que está dormido
de ese abrupto puñetazo de la hora del deber que corta el
sueño.
Por si fuera poco el saber que está la muerte
esperando a aporrear nuestra existencia
nos ponemos obligados a escuchar la madrugada
con latidos cual mordiscos a la lánguida presencia
por la vida.
pi pi
pi pi pi pi pi pi pi pi pi pi
(Trastócame la madrugada,
fluye como un siervo de ese látigo servil
que prorrumpe con su grito
más que nada descorazonadoramente
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